VIDA DEL SERÁFICO PADRE
Y PATRIARCA SAN FRANCISCO DE
ASÍS.
Volviendo un dia de Cotanello, lugar vecino, y
no pudiendo
hallar el camino del monte, rogó á un
Labrador , que usase la caridad de
conducirle. Es-
cusábase este con que habia por aquel sitio muchos
lobos,
que hacian varios estragos; pero Francisco le
prometió, que ni á la ida, ni á
la vuelta le asaltaría
ningún lobo. En efecto así sucedió, porque
habien-
do conducido al Santo , halló á la vuelta, que era
ya de noche ,
dos lobos en medio del camino, los
quales se pusieron á acariciarle, como los
perros con
sus amos, y le siguieron hasta su casa, sin hacerle
el menor
mal. El labrador publicó el caso por toda
la vecindad, y dixo, que era
preciso, que el hombre
á quien habia conducido al monte debía de ser
muy
amado de Dios, y que hubiese recibido un poder
absoluto sobre los
lobos. Por esto se juntaron muchos,
y fueron á buscar al Siervo de Dios ,
suplicándole
rendidamente, que les librase de sus desgracias.
Dos especies
de desgracias, dice S. Buenaventura
que padecían: los lobos, y la piedra.
Aquellos esta-
ban tan gordos en los contornos de Grecio, que
des-
trozaban las bestias, y á los hombres. Las piedras
que caían cada
año, eran tan gordas, y tantas, que
arruinaban los sembrados, y las viñas.
Francisco to-
mó de aquí asunto para predicarles: hízoles ver, que
tales
castigos son causados por los pecados, y final-
M 3 y ida del Padre S.
Francisco.
mente les dixo: "A honor, y gloria de Dios Omni-
wpotente
empeño mi palabra, que si queréis darme
"crédito, y tener piedad de vuestras
almas, haciendo
«una buena confesión , y frutos dignos de penitencia,
«el
Señor os mirará con ojos benignos , os librará de
^vuestras miserias, y hará
vuestro pais abundante en
"toda especie de bienes. Pero os hago saber
asimismo,
"que si fuereis ingratos, y volviereis al vómito, co-
";mo los
perros, Dios se mostrará mucho mas irrita-
"do con vosotros, y
experimentareis duplicados sus
>>efectos, por medio de las nuevas
tribulaciones, que
"os enviará." Creyeron al Predicador , é
hicieron
penitencia; desde entonces cesaron los castigos ; no
se oyó
hablar mas de lobos, no hubo mas piedra; y
lo mas considerable es, prosigue
S. Buenaventura,
que quando había tempestad por aquellos contornos,
al
llegar las nubes á su distrito, ó se cerraban , y
volvían atrás, ó iban á
descargar á otra parte; lo
qual duró todo el tiempo, que perseveraron en
ser
fieles á Dios.
Quatro A A. de diferentes siglos, que han escrito
la
Historia del Valle de Reate, afirman, que quan-
do volvió á comenzar en aquel
pais el desorden de
las costumbres, se vieron nuevamente los lobos,
y
hacer estos mil estragos. El P. Wadingo, que escri-
bía en Italia en el
último siglo, refiere, que los ha^-
bitantes del Valle afirmaban la verdad
del hecho.
Es cosa cierta, según el testimonio de la Sagrada Es-
critura ,
que los pecados de los hombres se atraen
muchas veces los azotes de la cólera
de Dios, y que
estos se pueden evitar con la penitencia , ó se
puede
hacer, que sean útiles á la salvación del alma. Pero
quantos
pecadores afligidos hay, que podrán decir con
el Profeta: Señor, tú ¿os has
herido'.::los has quebran-
tado; pero ellos iban endurecido su cerviz mas que una
piedra, y
no kan queridoi volver á wx»
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Rubén Darío Los motivos del lobo
El varón que tiene corazón de lis,
alma de
querube, lengua celestial,
el mínimo y dulce Francisco de Asís,
está con
un rudo y torvo animal,
bestia temerosa, de sangre y de robo,
las fauces
de furia, los ojos de mal:
el lobo de Gubbia, el terrible lobo,
rabioso,
ha asolado los alrededores;
cruel ha deshecho todos los rebaños;
devoró
corderos, devoró pastores,
y son incontables sus muertes y daños.
Fuertes cazadores armados de hierros
fueron destrozados. Los duros
colmillos
dieron cuenta de los más bravos perros,
como de cabritos y de
corderillos.
Francisco salió:
al lobo buscó
en su madriguera.
Cerca de la cueva encontró a la fiera
enorme, que al verle se lanzó
feroz
contra él. Francisco, con su dulce voz,
alzando la mano,
al
lobo furioso dijo: ?¡Paz, hermano
lobo! El animal
contempló al varón de
tosco sayal;
dejó su aire arisco,
cerró las abiertas fauces agresivas,
y dijo: ?¡Está bien, hermano Francisco!
¡Cómo! ?exclamó el santo?. ¿Es
ley que tú vivas
de horror y de muerte?
¿La sangre que vierte
tu
hocico diabólico, el duelo y espanto
que esparces, el llanto
de los
campesinos, el grito, el dolor
de tanta criatura de Nuestro Señor,
no
han de contener tu encono infernal?
¿Vienes del infierno?
¿Te ha
infundido acaso su rencor eterno
Luzbel o Belial?
Y el gran lobo,
humilde: ?¡Es duro el invierno,
y es horrible el hambre! En el bosque helado
no hallé qué comer; y busqué el ganado,
y en veces comí ganado y pastor.
¿La sangre? Yo vi más de un cazador
sobre su caballo, llevando el azor
al puño; o correr tras el jabalí,
el oso o el ciervo; y a más de uno vi
mancharse de sangre, herir, torturar,
de las roncas trompas al sordo
clamor,
a los animales de Nuestro Señor.
Y no era por hambre, que iban a
cazar.
Francisco responde: ?En el hombre existe
mala levadura.
Cuando nace viene con pecado. Es triste.
Mas el alma simple de la bestia
es pura.
Tú vas a tener
desde hoy qué comer.
Dejarás en paz
rebaños y gente en este país.
¡Que Dios melifique tu ser montaraz!
?Está bien, hermano Francisco de Asís.
?Ante el Señor, que todo ata y
desata,
en fe de promesa tiéndeme la pata.
El lobo tendió la pata al
hermano
de Asís, que a su vez le alargó la mano.
Fueron a la aldea. La
gente veía
y lo que miraba casi no creía.
Tras el religioso iba el lobo
fiero,
y, baja la testa, quieto le seguía
como un can de casa, o como un
cordero.
Francisco llamó la gente a la plaza
y allí predicó.
Y
dijo: ?He aquí una amable caza.
El hermano lobo se viene conmigo;
me
juró no ser ya vuestro enemigo,
y no repetir su ataque sangriento.
Vosotros, en cambio, daréis su alimento
a la pobre bestia de Dios. ?¡Así
sea!,
contestó la gente toda de la aldea.
Y luego, en señal
de
contentamiento,
movió testa y cola el buen animal,
y entró con Francisco
de Asís al convento.
*
Algún tiempo estuvo el lobo tranquilo
en el santo asilo.
Sus bastas orejas los salmos oían
y los claros
ojos se le humedecían.
Aprendió mil gracias y hacía mil juegos
cuando a
la cocina iba con los legos.
Y cuando Francisco su oración hacía,
el
lobo las pobres sandalias lamía.
Salía a la calle,
iba por el monte,
descendía al valle,
entraba en las casas y le daban algo
de comer.
Mirábanle como a un manso galgo.
Un día, Francisco se ausentó. Y el lobo
dulce, el lobo manso y bueno, el lobo probo,
desapareció, tornó a la
montaña,
y recomenzaron su aullido y su saña.
Otra vez sintióse el
temor, la alarma,
entre los vecinos y entre los pastores;
colmaba el
espanto los alrededores,
de nada servían el valor y el arma,
pues la
bestia fiera
no dio treguas a su furor jamás,
como si tuviera
fuegos
de Moloch y de Satanás.
Cuando volvió al pueblo el divino santo,
todos lo buscaron con quejas y llanto,
y con mil querellas dieron
testimonio
de lo que sufrían y perdían tanto
por aquel infame lobo del
demonio.
Francisco de Asís se puso severo.
Se fue a la montaña
a
buscar al falso lobo carnicero.
Y junto a su cueva halló a la alimaña.
?En nombre del Padre del sacro universo,
conjúrote ?dijo?, ¡oh lobo
perverso!,
a que me respondas: ¿Por qué has vuelto al mal?
Contesta. Te
escucho.
Como en sorda lucha, habló el animal,
la boca espumosa y el ojo
fatal:
?Hermano Francisco, no te acerques mucho...
Yo estaba tranquilo
allá en el convento;
al pueblo salía,
y si algo me daban estaba contento
y manso comía.
Mas empecé a ver que en todas las casas
estaban la
Envidia, la Saña, la Ira,
y en todos los rostros ardían las brasas
de
odio, de lujuria, de infamia y mentira.
Hermanos a hermanos hacían la
guerra,
perdían los débiles, ganaban los malos,
hembra y macho eran como
perro y perra,
y un buen día todos me dieron de palos.
Me vieron
humilde, lamía las manos
y los pies. Seguía tus sagradas leyes,
todas
las criaturas eran mis hermanos:
los hermanos hombres, los hermanos bueyes,
hermanas estrellas y hermanos gusanos.
Y así, me apalearon y me echaron
fuera.
Y su risa fue como un agua hirviente,
y entre mis entrañas
revivió la fiera,
y me sentí lobo malo de repente;
mas siempre mejor que
esa mala gente.
y recomencé a luchar aquí,
a me defender y a me
alimentar.
Como el oso hace, como el jabalí,
que para vivir tienen que
matar.
Déjame en el monte, déjame en el risco,
déjame existir en mi
libertad,
vete a tu convento, hermano Francisco,
sigue tu camino y tu
santidad.
El santo de Asís no le dijo nada.
Le miró con una profunda
mirada,
y partió con lágrimas y con desconsuelos,
y habló al Dios eterno
con su corazón.
El viento del bosque llevó su oración,
que era: Padre
nuestro, que estás en los cielos...
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El comunismo, además, despoja al
hombre de su libertad, principio normativo de su conducta moral, y
suprime en la persona humana toda dignidad y todo freno moral eficaz
contra el asalto de los estímulos ciegos. Al ser la persona humana, en
el comunismo, una simple ruedecilla del engranaje total, niegan al
individuo, para atribuirlos a la colectividad, todos los derechos
naturales propios de la personalidad humana. En las relaciones sociales
de los hombres afirman el principio de la absoluta igualdad, rechazando
toda autoridad jerárquica establecida por Dios, incluso la de los
padres; porque, según ellos, todo lo que los hombres llaman autoridad y
subordinación deriva exclusivamente de la colectividad como de su
primera y única fuente. Los individuos no tienen derecho alguno de
propiedad sobre los bienes naturales y sobre los medios de producción,
porque. siendo éstos fuente de otros bienes, su posesión conduciría al
predominio de un hombre sobre otro. Por esto precisamente, por ser la
fuente principal de toda esclavitud económica, debe ser destruida
radicalmente, según los comunistas, toda especie de propiedad privada....
http://w2.vatican.va/content/leo-xiii/es/encyclicals/documents/hf_l-xiii_enc_15051891_rerum-novarum.html
CARTA ENCÍCLICARERUM NOVARUM
DEL SUMOPONTÍFICE
LEÓN XIII
SOBRE LA SITUACIÓN DE LOS OBREROS
Para solucionar este mal, los socialistas, atizando el
odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la
propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos
los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el
municipio o gobiernan la nación. Creen que con este traslado de los
bienes de los particulares a la comunidad, distribuyendo por igual las
riquezas y el bienestar entre todos los ciudadanos, se podría curar el
mal presente. Pero esta medida es tan inadecuada para resolver la
contienda, que incluso llega a perjudicar a las propias clases obreras; y
es, además, sumamente injusta, pues ejerce violencia contra los
legítimos poseedores, altera la misión de la república y agita
fundamentalmente a las naciones......
Publicado 7 mayo 2015
El salario mínimo promedio del trabajador cubano coloca a Cuba en el
número uno en la lista de los peores pagados en latinoamerica. Con la
colaboración de Palenque Visión Salvador Blanco informa